Por Ximena Alemán.
Son poco más de las 11 de la mañana en un día que se presenta frío y gris. Pero a pesar de las bajas temperaturas, detrás de la puerta de este hermoso jardín, se oye el canto alegre de niños y niñas que me invitan a pasar y revivir, solo por un ratito, aquellos años en donde el juego, las risas, las canciones y los cuentos que tan dulcemente narraban las maestras, era todo lo que necesitábamos para disfrutar y sentirnos como en casa.
Verónica Gavagnin, es la directora del querido Jardín Francisco de Gurruchaga, el cuál está cumpliendo 40 años de trayectoria. En su honor, decidimos entrevistarla para conocer un poquito más sobre su labor en la docencia.
X.A: ¿Cuántos años hace que estás en la docencia?
V.G: Hace ya unos cuantos años, 33 para ser exacta. Los últimos 16 años fueron como directora, 12 en otra institución, los últimos 4 años acá en la Gurru y el resto como docente en la aulas, pero eso sí, simpre en instituciones estatales, por la confianza que tengo en la educación pública y el respeto por los docentes que se desarrollan en esta. Siempre elegí trabajar en instituciones con este tipo de administración.
X.A: ¿Es difícil ser directora?
V.G: A veces sí y otras no. Suele resultar un poco rutinario, aburrido, sobre todo la presentación de papeles y eso. Pero como siempre digo, para mi, lo más divertido es abrir la puerta para ir a jugar y eso no se pierde por más directora que sea.
X.A: ¿Cómo es un día en el jardín de la Gurru?
V.G: Comienza con la emoción de esperar a que entren los chicos, la posibilidad de conversar, de ayudar, compartir, porque ningún día en el jardín es igual al otro. El día se puede resumir un poco en ese movimiento que viste apenas entraste. Aquí hay niños y niñas jugando, gritando, riendo, merendando, aprendiendo, dibujando, preguntando sin parar una y otra vez todo lo que les interesa y/o llama la atención, y un grupo de docentes y no docentes, que acompañamos en ese día a día. Aquí, sin dudas, hay infancias disfrutando.
XA: Por la libertad con la que se desenvuelven, se puede notar el vínculo y el apego de los alumnos para con el jardín, de hecho, nos encontramos haciendo la entrevista rodeadas de chicos riendo y corriendo por dos lados. A raíz de eso me surge la pregunta: ¿Cuántos niños y niñas concurren al jardín?
V.G: Debemos tener aproximadamente entre 125 y 130 chicos, unos 60 o 65 por turno, tanto mañana como tarde. Creemos que es un número justo como para poder desarrollar un buen vínculo con todos. Eso nos permite poder cubrir mejor las necesidades y desempeñar bien las tareas. Como podés ver en este momento, las puertas de la dirección están abiertas, los niños y niñas entran, salen con toda confianza, ellos saben que el jardín es un espacio compartido. Todos nos conocemos, y nos reconocemos como una gran familia.
X.A: En junio el jardín llegó a los 40 años, que no es poco…
V.G: Así es, cumplimos 40 años. Como lo comenté el día de la fiesta que organizamos con mucho esfuerzo, junto a la comunidad que compone el jardín, es la primera vez que se le festeja el cumpleaños a este jardín de infantes. Digamos que hicimos historia, de hecho, quienes estemos de ahora en más tenemos marcado el “camino a seguir”.
X.A: ¿Cómo fue la preparación de los chicos para tan lindo momento?
V.G: Es algo de lo cotidiano de los chicos en cuanto a la celebración de la vida, es como si estuviéramos hablando de las mismas emociones que tienen al momento de festejar sus cumples, aunque tal vez con un poco de mayor magnitud. Digamos, pueden pensar “no es solo mi cumpleaños, sino el cumple del jardín al que vengo todos los días” así que imaginarás lo emocionante que fue preparar todo.
X.A: ¿Algo que puedas destacar de la historia del jardín? ¿Personas, momentos, etc?
VG: A mí me faltan hilar algunos datos. Cuando yo llegué, este era un jardín nucleado, eso significa que tenía la sede acá en este edificio y tenía núcleo en la escuela Almafuerte y en la Pedro Goyena. Eso fue en la época que yo trabaje como reemplazante. Imagínate que a hoy aún hay gente que dio clases aquí y no sabe que en ese momento era un jardín nucleado, por lo que es muy complicado armar la historia, no obstante, estamos tratando de a poco reconstruirla. La primera camada fue en el 82, año en que fue creado.
X.A: Teniendo en cuenta el tiempo transcurrido en la pandemia, ¿Cómo se sintió el jardín por esos días?
V.G: Fue horrible!! Jajaja. Para que te des una idea durante la pandemia hubo un momento en que apareció la posibilidad de que los directivos pudiéramos ir a los lugares de trabajo, momento el cual, junto a la Asociación Cooperadora aprovechamos para reparar las cosas que estaban deterioradas, pero era raro entrar sabiendo que no había niños ni niñas en las aulas. Muchas veces venía sola, así que imagínate el vacío que se sentía. Normalmente cuando hay actividad, por más que sean vacaciones, todos estamos trabajando para cuando los chicos vuelvan y en ese momento no era el caso. Pasaban los meses y la presencialidad no volvía. El jardín se sentía muy vacío.
X.A: Se siente que amas profundamente tu profesión, ¿De dónde viene esta pasión por la docencia?
V.G: Claramente es un legado familiar. Tenemos muchos educadores en la familia, sin ir más lejos mi mamá era docente de grado en la Goyena. Si bien muchas veces en la adolescencia uno muestra reticencia a continuar la línea de profesión de los padres, en mi caso particular al recibirme tenía algo de miedo, pero luego entendí que había elegido lo que realmente me gustaba.
X.A: Vero, y con esta pregunta me despido: Si tuvieras que volver a elegir, ¿volverías a tener la misma profesión?
V.G: ¡Sin ninguna duda! Para que te des una idea me recibí en el año 88. Eso fue un día viernes y al lunes siguiente me llamó la directora de esta misma institución para ver si ya me había recibido, porque no encontraba docentes para hacer reemplazos. Por esas casualidades de la vida, inauguré mi profesión en este mismo jardín. Luego pase por otras instituciones y como dije anteriormente hace cuatro años que retorne, pero esta vuelta como directora, y como no me queda mucho tiempo de actividad podríamos también decir que la cerraré aquí mismo. Por lo cual imagínate lo emotivo y representativo que es este jardín para mí.
Y así se termina mi visita por el jardín. Sin duda me voy con muchos recuerdos y sensaciones resonando en cabeza, con esas historias, cuentos y canciones que marcaron mi infancia para siempre.